Shelby GT500 2020 o de la potencia en tiempos de eficiencia

Por Rodrigo García.

Mucho se ha hablado del misticismo que envuelve al nuevo Mustang Shelby GT500. Desde sus orígenes ha sido un auto que siempre buscó ser más que sólo un muscle car, es una declaración de fuerza.

Los años han pasado y el legado de Ford ha evolucionado más allá de los grandes autos con diseños imponentes, pues el refinamiento de sus piezas de ingeniería, en beneficio del medio ambiente, se ha convertido en el nuevo reto de toda la industria automotriz.

Y es aquí donde cobra mayor importancia lo que Ford ha hecho con este auto, pues a pesar de lo que muchos creen, lo muscle cars no van a desaparecer con la llegada de los autos impulsados por energías alternativas. Al contrario evolucionarán a lo que siempre han debido de ser: Una experiencia de manejo.

Así como hoy puede encontrarse música original en formato de acetato, los muscle cars se valoran por su propia esencia, de ahí que todos los elementos técnicos del GT500 se enfoquen en sacar el mayor provecho de sus 760 HP producidos por un aún vigente V8 5.2L Supercargado.

Pero realmente ¿qué hace diferente a este Shelby Mustang de sus predecesores?

Una idea: La técnica y potencia americana pueden coexistir en perfecto balance.

Por ello cuenta con notables avances como una transmisión de doble embrague TREMEC® de 7 velocidades que es capaz de hacer los cambios en tan sólo 100 milisegundos, un sistema de amortiguadores MagneRide® desarrollados para un control de amortiguación de mil veces por segundo permitiendo optimizar la tracción y la previsibilidad.

Pero lo más llamativo es que nunca antes había existido un Mustang de serie con semejante potencia para las calles, algo así como comprar una bazuca en el anaquel de insecticidas. Es demasiado poder para un par de manos.

De cualquier forma tenemos GT500 para rato y vaya que aún para los experimentados tomará tiempo domar a este corcel.